Las economías latinoamericanas con el reto de abrirse a Asia

 Por: Frank López Ballesteros.

La dinámica con la que cada vez más naciones tejen alianzas para exportar y competir, está transformando la manera de ver la economía y conducir la política de los gobiernos, y es en el continente asiático donde los países latinoamericanos están sembrando sus esperanzas. Un “nuevo mundo”.

A medida que un conjunto de países de América Latina siguen anclados en retóricas a favor y en contra del libre mercado, capitalismo o comunismo, otros ensayan la expansión a destinos de alta demanda y crecimiento en Asia, y es precisamente el choque de modelos, normas y regulaciones del comercio intrarregional lo que está restando competitividad a la zona.

Se proyecta que el crecimiento regional se contraiga 0,5% en 2016, según el último informe de abril del Fondo Monetario Internacional (FMI), principalmente, por la caída de los precios de las materias primas, la desaceleración de China y en casos concretos, la crisis política y la falta de reformas internas.

El comercio de América Latina con Asia pasó del 8% en 2000 al 25% en 2015, según el Banco Interamericano de Desarrollo. Esto quiere decir que si hace 16 años se comercializaba en conjunto 20 mil millones de dólares, hasta el año pasado fueron 200 mil millones de dólares, estima el FMI.

El choque entre modelos y alianzas hizo que la región se fragmentara a merced de las rivalidades ideológicas de la última década. El relevo ideológico que América del Sur está atravesando en los últimos meses, con una izquierda debilitada y sin credibilidad, está dando paso a gobiernos de corte progresistas o liberales, lo que cambiará las reglas del juego.

Conforme Chile, Perú, Colombia y México se unieron en 2015 en la Alianza del Pacífico (TPP), donde Estados Unidos lidera la apertura hacia ese mercado, otros decidieron mantenerse como bloque con reglas muy estrictas, siendo el Mercado Común del Sur (Mercosur), con Brasil de máximo líder, el ejemplo claro.

Costa Rica y Panamá están en proceso de adhesión a la Alianza, dos países que vitalizan el comercio en Centroamérica, una región muy dependiente de Estados Unidos en lo que se refiere a sus exportaciones. Que el conjunto de los países apostaran por Asia en el corto plazo como segundo gran mercado cambiaría el curso de la economía de la zona en cuestión de cinco años.

En el marco de la propuesta del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), que aglutina a una docena de países, tres de los cuatro socios miembros de la Alianza del Pacífico son parte del TPP, señal de que la iniciativa para expandirse a Asia, un mercado de 3000 millones de consumidores, tomó fuerza en la última década.

Polos de poder

La Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), marcado por la ideología y la lucha contra el libre mercado que Venezuela lidera con el chavismo en el poder, ha sabido retroalimentarse con comercio entre sus socios, pero las contradicciones de fondo entre sus miembros es lo que no ha permitido que este modelo sea algo más que un club de países que dependen de quien esté de turno en el poder.

“América Latina debe avanzar en su agenda de integración, utilizando como base las plataformas existentes, tales como el Mercosur, la Alianza del Pacífico y Comunidad Económica del Caribe (Caricom), para aprovechar las ventajas derivadas de una mayor integración”, reflejaba a tono crítico el informe sobre perspectivas de la región elaborado por Corporación Andina de Fomento (CAF) para este 2016. V

“Comercio, cadenas de producción e infraestructura” son tres ámbitos en los que la relación entre Asia y América Latina podría reforzarse más en los próximos 5 a 10 años, explicaba Xie Wenze, profesor del Instituto de América Latina de la Academia China de Ciencias Sociales.

Para Xie “en el pasado la cooperación económica entre ambas regiones estaba impulsada principalmente por el comercio, pero de ahora en adelante el principal motor será la cooperación financiera”. Un ejemplo es que China se convirtió en el principal prestamista de la región con un total de créditos por 200 mil millones de dólares en diez años.

En la última década los acuerdos comerciales suscritos entre ambos continentes se han multiplicado, de 2 en 2004 a 22 en 2013, según los cálculos del FMI.

América Latina es vulnerable a una desaceleración mayor a la esperada en China —el destino del 15% al 25% de las exportaciones de Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Venezuela— y a nuevas caídas en los precios de las materias primas. Un frenazo de Pekín, advierte el FMI, “contribuiría a reducir los precios de las materias primas e incrementar la percepción del riesgo corporativo”.

Pero Asia no es solo China. Si bien el crecimiento pronosticado para ese país es alto, otros como India o Corea del Sur se mantienen como polos más importantes del crecimiento mundial en los próximos años. Solo el comercio entre Corea y  Latinoamérica aumentó en un promedio anual de 17% desde 2004, dicen datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

La clave es que América Latina puede, pero además, debe, exportar a Asia más que productos básicos o recursos naturales. Las exportaciones de la región al continente son cada vez más de productos de manufactura, como en el caso coreano, y demuestran más diversidad en general que las exportaciones a otras economías asiáticas. Ese modelo, dicen expertos, es el que se debe promover.

Un reporte del BID reveló que entre 2010 y 2013, 21,3% de las exportaciones de América Latina y el Caribe a Corea del Sur consistieron en productos de manufactura, comparado con 16,6% y el 15,6% de exportaciones a Japón y China respectivamente.

Objetivos concretos

Los melones de Honduras, el café de Nicaragua, el petróleo venezolano, el cobre chileno o las frutas de Guatemala y El Salvador son estratégicos para un mercado como el asiático donde casi todo esto escasea. La abundancia en la región de recursos minerales, depósitos de agua fresca, tierra fértil, ha reflejado que los enlaces económicos entre Asia y América Latina tienen una razón.

“Una diferencia clave entre la Alianza del Pacífico y otras iniciativas de la integración regional de América Latina es su enfoque abierto, orientado hacia el exterior, mientras que, históricamente, los pactos comerciales de esa zona se han orientado más hacia el interior, como el Mercosur”, detallaba Ángeles Villareal, en especialista en tratados y acuerdos comerciales, en un informe para el Congreso de EEUU.

Villareal sostiene que muchos expertos “ven la Alianza del Pacífico como un rival potencial para el Mercosur, que no ha logrado su objetivo de un mercado común desde su fundación. Si la Alianza tiene éxito, podría ejercer presión sobre Brasil y otros países del bloque suramericano (Uruguay, Paraguay, Argentina y Venezuela) a adoptar más políticas hacia el exterior y de apertura comercial”.

La carencia de infraestructura sigue siendo el gran problema para potenciar el comercio de América Latina. Las inversiones en este campo es el objetivo de la banca de desarrollo y de países ricos de Asia como China y Corea. Esta realidad es la que mantiene el escepticismo de algunos países a la hora de hablar de apertura económica.

Carlos Tagliafico, internacionalista de la Universidad Internacional de Florida prevé que la transición ideológica que vivirá América Latina, pero en especial el Sur, llevara a los nuevos gobiernos tengan un enfoque más liberalizador luego de una década marcada por retóricas, proteccionismo, y también el fortalecimiento del comercio entre vecinos.

“El ALBA no va a desaparecer, es un modelo consolidado. Será más liberal. Lo que sí ocurrirá es un cambio en sus esquemas de exportación, relaciones con otros polos de poder económico, porque al fin de cuentas los que saldrán son sus líderes de izquierda y la economía continuara”, dice Tagliafico.

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